Introducción
En forma contraria a la opinión popular, la relación entre
la función dietética de las grasas y las enfermedades del
ser humano todavía no son determinantes, lo que significa
que se abren nuevas oportunidades para los investigadores
del campo de la nutrición y para los especialistas en la
formulación de alimentos; especialmente, de productos
con bajo contenido en carbohidratos.
El conocimiento prevaleciente entre los profesionales
de la medicina y la salud pública gira en el sentido de
que las grasas saturadas en la dieta son un riesgo para
la salud cardiovascular. No obstante, existen evidencias
contundentes que incluyen algunas derivadas del trabajo
que durante varios años se ha llevado a cabo en la
Clínica Lifestyle Medicine de la Escuela de Medicina de
la Universidad de Duke, NC., en torno al problema de la
obesidad y los resultados sugieren que la relación entre
las grasas en la dieta y las enfermedades del ser humano
todavía no son concluyentes y que es claro que existen
beneficios cuando las grasas están presentes dentro de
un régimen dietético con reducción de carbohidratos y sin
una restricción sustancial en el contenido de grasas.
Es muy interesante leer en los medios de información
que muchos científicos están convencidos de que las
grasas en la dieta son causa de enfermedades del corazón.
Por ejemplo, William Connor escribió lo siguiente:
“... la dieta baja en carbohidratos y la ketogénica1 alta en
grasas, propuesta por el Dr. Atkins permite el consumo de
carne, queso, mantequilla, crema y huevo en cantidades
ilimitadas además de una pequeña cantidad de carbohidratos.
Estos alimentos ciertamente son aterogénicos,
más no saludables”. Daniel Steinberg sostiene que: “La
intervención en la dieta de bajos niveles de colesterol en
la sangre por una disminución en la ingesta de grasas
saturadas a favor de grasas polinsaturadas reduce los
niveles de colesterol sanguíneo y con ello, disminuye el
riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares y otras
complicaciones ateroescleróticas”.
Sin embargo, después de que estas evidencias fueran
reunidas e interpretadas, y aunadas al desarrollo de la
“medicina con fundamento en evidencias”, los encargados de las políticas de salud médica, definieron la norma.
Entonces, tomaron nuevos bríos para demostrar que el
“estudio a gran escala” demostraba que se había podido
reducir la morbilidad y la mortalidad. Estas normas
fueron establecidas porque muchas decisiones políticas
con fundamento en evidencias empíricas no siempre se
han validado con otros ensayos subsecuentes. No obstante,
aún cuando la intervención fuera efectiva; antes de
poner en marcha una política clínica, es muy importante
considerar la magnitud de los efectos, el costo-eficiencia
y el número de personas que necesitan someterse a
determinado tratamiento (1).
A fin de proporcionar nuevas evidencias con fundamento
en estándares médicos, algunos grupos revisaron las
normas y el control de pruebas en dietas bajas en grasa
en relación con la incidencia de enfermedades cardiovasculares
y encontraron que las evidencias todavía no son
concluyentes, e.g (2,3). El artículo de Hooper publicado
en el British Medical Journal señala que: “A pesar de
décadas de empeño y miles de personas que siguieron
el experimento, únicamente se tienen evidencias muy
limitadas y sin conclusión definitiva acerca de los efectos
de la modificación del consumo total de grasas saturadas,
monoinsaturadas y polinsaturadas en la incidencia de
la morbilidad y la mortalidad a causa de padecimientos
cardiovasculares”.
Los enlaces entre carbohidratos y enfermedad
empezaron a crecer
En su libro Good Calories, Bad Calories (2008), Gary
Taubes revisó la historia de los tratamientos que se han
seguido para el control de la obesidad y encontró que desde
1970 el consenso indica que el azúcar y el almidón son
las causas dietéticas de la obesidad humana. Entonces,
revisó cómo se había establecido una política de nutrición
baja en grasas; aunque, durante las siguientes décadas,
observó que nunca se había comprobado si realmente
mejoraban la salud humana.
Uno de los factores que han contribuido a la formación del
debate actual es el cambio en la determinación del riesgo
cardiometabólico (4). Cada vez hay mayor evidencia en
cuando a que no todas las lipoproteínas de baja densidad
(LBD) son malas. Puede ser que el riesgo cardiometabólico
esté relacionado con el tamaño de las partículas de
ANIAME Octubre/Diciembre 2009
LBD o con el numero de partículas LBD más que con el
total de LBD.
Muchos investigadores suponen ahora que los altos niveles
de pequeñas partículas de LBD o simplemente gran
cantidad de partículas de LBD pueden ser causa de riesgo
cardiometabólico. Si este es el caso, entonces la medición
de LBD sin una estimación del tamaño o número de las
partículas puede ser poco informativa.
Si el tamaño de las partículas de LBD llegan a ser más
importantes que el total de LBD, entonces los triglicéridos
séricos y de las lipoproteínas séricas de alta densidad
(ECV) adquirirán mayor importancia como objetivo
terapéutico porque altos niveles de triglicéridos y bajos
niveles de ECV están bien correlacionados con niveles
elevados de pequeñas partículas de LBD.
Conforme bajan los triglicéridos y aumentan los niveles
de ECV se desarrolla un proceso muy importante, de tal
manera que la restricción en la dieta de los carbohidratos
adquiere mayor valor porque se sabe que los carbohidratos
en la dieta aumentan simultáneamente tanto el suero
de la insulina como los triglicéridos séricos(5).
Las dietas bajas en carbohidratos y altas en grasas
parecen ser saludables
Durante la investigación y experiencia con casos empíricos
en la clínica Lifestyle Medicine se ha encontrado que,
a pesar del consumo de grasas (en donde se incluyen grasas
saturadas), las dietas bajas en carbohidratos mejoran
los parámetros de salud. El registro de casos empíricos
sugiere que los efectos de las grasas saturadas en la salud
pueden ser diferentes en el contexto de una dieta baja en
carbohidratos. Una de las maneras de definir las dietas
bajas en carbohidratos se muestra en la Tabla 1.
Una dieta baja en carbohidratos o ketogénica contiene
menos de 50 g/diarios; una dieta baja en carbohidratos
contiene de 50 a 130 g/diarios; y una dieta moderada
en carbohidratos contiene de 130 a 225 g/diarios. En
términos prácticos, una dieta baja en carbohidratos no
contiene azúcar, carbohidratos refinados y vegetales
ricos en almidón. Si pensamos que una dieta baja en
carbohidratos es exactamente comer “alimentos reales o
naturales”, entonces es una aproximación a lo que debe
ser una buena dieta para la mayoría de las personas.
Se considera que la dieta baja en carbohidratos o ketogénica
debe ser el patrón que maximice el potencial para
bajar la glucosa sanguínea, porque el factor dietético que
aumenta el suero “post-prandial” de la glucosa y la insulina
potencialmente es un carbohidrato. Esta observación
permite utilizar las dietas bajas en carbohidratos para el
tratamiento de la diabetes después de la medicación con
insulina o cualquier otro tipo de terapia con medicamentos
(6). En estudios con un seguimiento muy estricto, se
ha encontrado que las dietas bajas en carbohidratos son
efectivas para el problema de la obesidad con tratamientos
de más de 24 meses de duración (7). La Tabla 3 muestra
el efecto de dos tipos de restricción de carbohidratos:
bajo en carbohidratos o ketogénico, frente a bajo en
carbohidratos. Se ha observado que las dietas bajas en
carbohidratos, ketogénicas mejoran todos los tipos de
síndrome metabólico.
Principios del metabolismo humano
Es importante recordar que las proteínas y las grasas son
necesarias en la dieta humana, pero están sujetas a debate
cuando los seres humanos necesitan carbohidratos.
El metabolismo humano normal tiene muchas formas
de salvaguardar una cantidad adecuada de glucosa que
requieren las células glucosadas (8). Casi todas las células
necesitan ácidos grasos y ketones, que proporcionan un
sustituto para la glucosa en células que tienen mitocondria
más no requieren ácidos grasos (e.g., el sistema nervioso
central). La hipótesis de que la dieta baja en grasas es
muy efectiva, necesita establecer un balance, teniendo en
cuenta que el conocimiento de una buena salud del tejido
humano depende de las grasas saturadas e insaturadas.
Los ácidos grasos saturados constituyen la mitad de los
ácidos que componen los fosfolípidos de la membrana y
la tercera parte de los ácidos en los triglicéridos.
Tabla3. Westman C., Eric. “Rethinking dietary saturated fats” (2009) Lipid Technology, Vol. 21, No.5/6 May/June.
La publicación en 2003 de algunas pruebas clínicas que
han encontrado efectos benéficos de las dietas bajas en
carbohidratos incrementaron la popularidad de este tipo
de dietas. Después de haber estudiado la obesidad y la
hiperlipidemia, el grupo de investigadores en la clínica
Lifestyle Medicine ha vuelto a estudiar estas dietas en
el tratamiento de la diabetes melitus tipo 2 y otros problemas
médicos. De igual forma, otros investigadores de
Estados Unidos e internacionales continúan con el estudio
de las dietas bajas en carbohidratos y han encontrado
resultados positivos (7, 9-11).
El miedo a las grasas
Se tiene la impresión de que el miedo a las grasas en la
dieta es una de las razones del rechazo para llegar a la
aceptación general de las dietas bajas en carbohidratos.
Se supone que es una situación indeseable, porque si el
consenso científico está dividido ¿Cuál es el criterio que
seguirá la industria alimenticia? No obstante, cuando
este miedo no-científico llega hasta la cultura, los efectos
son graves, porque los expertos que tienen a su cargo
el control de la evaluación de las aplicaciones no apoyarán
el desarrollo de la investigación con dietas altas en
grasas y aquellas personas que pertenecen a comités
de estudio, pensarán que someterse a dietas altas en
grasa es “poco ético” y ese miedo les llevará a pensar
que la dieta “puede perjudicar su salud”. Mientras esta
idea prevalezca, dificultará los caminos de la ciencia para
que “por sí misma” llegue a la “respuesta correcta”. Se
ha formado una especie de “prohibición científica” que
impide que los investigadores no estén convencidos
de la efectividad de las dietas bajas en carbohidratos y,de esta manera, no podrán comprobar sus efectos, y
quizá, también piensan que si cambian de idea, dejarán
de contar con los apoyos de las agencias que siguen insistiendo
en buscar la respuesta alrededor de la función
de las grasas y su relación con enfermedades cardiovasculares
que, de antemano, asumen que son efectivas.
Por fortuna un prominente investigador ha encontrado el
camino correcto y demostró recientemente que: “Todas
las evidencias acumuladas sobre la dieta, en relación con
enfermedades y fallecimientos, deben de estar dentro de
un paradigma en el cual los principales hechos que se
observan permanecen, mientras que las creencias sobre
la aceptación de las interpretaciones cambian” (12). En
otras palabras, las opiniones que están dentro de un
consenso ya se han transformado. Desde la perspectiva
de los investigadores que trabajan en Duke en el estudio
de la obesidad y las dietas bajas en carbohidratos, están convencidos de la necesidad de contar con productos
más bajos en carbohidratos y que estén disponibles para
los individuos que han seguido dietas ketogénicas bajas
en carbohidratos (<20 g/diarios).
Cuando nuestros pacientes notan que su condición médica
mejora porque se alimentan con “alimentos reales”,
observan que los alimentos que son compatibles con
una nueva forma de vida les hace sentir mejor. Estos
productos pueden generalmente contener menos de 1
g o 2 g de carbohidratos en cada ración.En Duke se recomienda
suprimir el uso de endulzantes no-calóricos. Los
endulzantes no-calóricos, uno de los que tienen menor
repercusión en los niveles de glucosa en la sangre y en
otros aspectos del metabolismo como la lipolisis. Para
el control del peso o prevenir el aumento de peso, es
muy importante saber que estos endulzantes sin azúcar
proporcionan los mismos efectos que los endulzantes
naturales. Es importante saber que “libre de azúcar” no
necesariamente significa “bajo en carbohidratos”. Los
vegetales con gran contenido de almidón, como la pasta
y el arroz pueden ser digeridos y metabolizados por sus
azúcares; es decir, por sus complementos simples.
Conclusión
La nueva evaluación de la dieta / enfermedades del corazón
como resultado de los estudios ha encontrado que
la relación entre la grasa en la dieta y las enfermedades
del corazón todavía no es concluyente tal como se había pensado. Asimismo existe un cambio hacia una nueva
evaluación del riesgo cardiometabólico del suero LBD al
suero de los triglicéridos y el ECV. Como el punto central
son los cambios en el riesgo cardiometabólico, el énfasis
tendrá que cambiar de la restricción de una dieta de grasas
(que disminuye el LBD) hacia una dieta con restricción
de carbohidratos (que disminuye los triglicéridos y eleva
el ECV). Si este es el caso, entonces los fabricantes que
sustentan productos bajos en carbohidratos, y estilos
de vida con alto consumo en grasas, cada vez, adquirirá
mayor importancia.
Reconocimientos
Este artículo fue publicado en Lipid Technology de May/
June 2009, Vol. 21, No. 5/6 en forma resumida del original
publicado en Food Technology (Chicago, IL, U.S.)
2009, número 2, 27-34. Disponible en http://www.ift.org/
foodtechnology/0209feat_rethinking1.pdf
*El Dr. Eric C.- Westman es Profesor Asociado en Medicina y Director de
Lifestyle Medicine Clinic en la Escuela de Medicina de la Universidad
Duke, Durham, NC en Estados Unidos.
1 “Dieta ketogénica”, significa llevar a cabo una dieta baja en azúcares y carbohidratos. Del griego ‘ketosis’ o acción de ‘ketones’ o ‘energéticos’.
Cuando la concentración de ‘ketones’ en el cuerpo es muy alta, se produce una concentración de azúcar, lo que baja de manera significativa la
insulina; que a su vez, provoca que el páncreas empiece a producir ‘glucaugon’. Dietas bajas en carbohidratos o ketogénicas como la del Dr. Atkins
que describe en su libro New Diet Revolution está basada en una restricción severa de calorías provenientes de los carbohidratos y, mientras
restringe el consumo de productos ricos en almidón, los azúcares (incluyendo fruta) y exceso de sal, permite el consumo de grasas y vegetales.
Referencias
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Ejemplo de dieta ketogénica (LCKD)
De acuerdo con las recomendaciones de Duke Lifestyle Medicine Clinic
Alimentos permitidos
Esta es la primera y más restrictiva fase del programa. Por ahora, se mantiene el número total de gramos de
carbohidratos en cantidades menores a 20 g diarios. La dieta deberá estar compuesta exclusivamente con alimentos
y bebidas descritas en esta tabla. Si los alimentos están empacados, es necesario que revise la etiqueta
a fin de asegurarse que el contenido de carbohidratos es igual a cero o a 1 gramo por ración.
Consumo de cualquier cantidad de alimentos de la siguiente lista:
Carne: Res (hamburguesa, bistec, etc.), puerco (jamón sin glasear), tocino, cordero, venado, y otros tipos de
carne. Con las carnes procesadas (salchichas, sausage, pepperoni, mortadela, etc.), es necesario que revise la
etiqueta a fin de asegurarse que el contenido de carbohidratos es menor a 1 gramo por ración.
Aves de corral: Pollo, pavo, guajolote, pato y otras aves de corral.
Pescado y mariscos: Cualquier tipo de estos alimentos, incluyendo atún, salmón, bagre, camarón, escalopa,
cangrejo, almeja y langosta. Huevo: Se permite el consumo de huevo entero sin restricción; sin embargo, se
evitará el consumo de huevo sintético.
Alimentos que deberán consumirse todos los días:
Vegetales verdes: 2 tazas todos los días de: cualquier tipo de lechuga, brócoli, apio, calabaza china, poro, pepino,
col blanca, col morada, cebollín, germinados, colecitas de Bruselas, berro, ejotes tiernos, espinaca, frijol de
alfalfa, hojas verdes (estas son las hojas que puede consumir).
Hortalizas y vegetales: 1 taza (medida sin cocinar) todos los días de: alcacofa, espárrago, vainita de soya, coliflor,
pimiento, berenjena, calabacita, betabel, cebolla, vainita de chícharo, calabaza amarilla, flor de calabaza, champiñones,
jitomate, tomate, ruibarbo, endivias, chayote (con o sin espina), cilantro, coliflor, hojas de nabo.
Caldos: 1-2 diariamente. Consomé claro, es muy recomendable aunque esté con una dieta baja en sodio o para
el control de la hipertensión.
Alimentos permitidos en cantidades limitadas.
Queso: 4 onzas al día. Se permite el consumo de queso fuerte como el Suizo, cheddar, brie, camembert, bleu,
mozzarella, gruyere, queso crema y queso de cabra. Evite los quesos procesados, los quesos para untar o los
alimentos preparados con queso.
Oliva (verde o nega): 6 diarias.
Aguacate: ½ fruta diaria.
Limón/lima en jugo: 4 cucharaditas al día.
Crema: 4 cucharadas al día.
Se permite consumir crema entera o descremada.
Salsa de soya: 4 cucharadas al día.
Mayonesa: 4 cucharadas al día.
Pickles sin azúcar: 2 al día.