Las poblaciones de Latinoamérica están en plena transición
demográfica, cultural, tecnológica y de desarrollo
económico, de tal manera que, aunque las diferencias
pueden ser enormes, se registran importantes cambios
en los patrones alimenticios. Es posible afirmar que estos
cambios son especialmente constantes en cuanto a un
aumento en el consumo de grasas totales, productos
animales y azúcares, al tiempo que se observa una
disminución en la ingesta de cereales (semillas, raíces,
tubérculos, frutas y vegetales, tal y como han demostrado
varios investigadores; entre los que sobresalen los estudios
de Odilia I. Bermudez y Katherine L. Tucker, cuyos
resultados de la investigación que han realizado en torno
a los cambios registrados en la dieta de las poblaciones
de Latinoamérica, destacamos a continuación.
Los costos de la creciente prevalencia de enfermedades
crónicas asociadas con estos cambios en el consumo están
afectando los sistemas de salud, que aún luchan contra la
malnutrición y las enfermedades infecciosas. Debido a que
estos patrones de cambios en el consumo de alimentos son
predecibles, es importante aprender de las experiencias
adquiridas por países más avanzados en la transición. Es
necesario reforzar la educación en dietas saludables y establecer
políticas para mejorar el suministro de alimentos
saludables, lo que podrá contribuir a disminuir la rápida
escalada de tendencia hacia la obesidad y enfermedades
crónicas y cardiovasculares.
Nutrición y cambios socio-económicos
Los cambios demográficos, tecnológicos, medioambientales
y económicos mundiales afectan de manera importante
el suministro de alimentos. Estas fuerzas, aunadas
al proceso de urbanización, afectan de una manera sin
precedentes a la cadena de suministro de alimentos.
Latinoamérica no es la excepción en cuanto a los cambios
en los patrones de nutrición se refiere y que han
sido descritos por muchos investigadores e instituciones
oficiales; entre ellos: Popkin B.M; Bisgrave, E.Z. Urbanization
and Nutrition in Low-income Countries. FAO, Food
and Nutrition Bulletin, Washington, D.C., 1987; y Tucker,
Katherine and S. Buranapin. Nutrition and Aging in Developing
Countries. The Journal of Nutrition, The American
Society for Nutritional Sciences, 2001:131:2417S-2423S).
Sin embargo, La prevalencia y rapidez de esta transición,
en América Latina difiere de un país a otro y de una región
a otra; por ejemplo, poblaciones rurales y urbanas.
Existen evidencias en cuanto a que desde mediados
del siglo XX los procesos de urbanización y
modernización han afectado los patrones
alimenticios. Históricamente,
los cambios en el consumo de
alimentos eran muy caros
para la población de bajos
ingresos, de tal manera que
únicamente la población
con ingresos medios y altos
podía asumir estos cambios
(Tagle, 1988).
Una gran brecha apareció entre los
grupos de población que podían adquirir
alimentos caros, generalmente procesados, frente
a grupos que mantenían dietas tradicionales compuestas
básicamente de cereales, vegetales, raíces y granos.
Con el cambio en los hábitos de consumo, en cuanto a
que amplios grupos de población han tenido fácil acceso
para adquirir alimentos industrializados y “occidentalizados”,
aparecieron disparidades en las condiciones de
salud, asociadas con la dieta; especialmente, cardiovasculares,
diabetes, obesidad, hipertensión (Vio & Albala,
2000), en paralelo con altos niveles de desnutrición, deficiencias
en micronutrientes, y enfermedades infecciosas,
entre grupos que predominantemente mantienen una
‘alimentación tradicional’ (Solomons, 1997).
En México, la proporción de defunciones a causa de
enfermedades cardiovasculares han contribuido al incremento
de la mortalidad de menos del 2% en 1960
a cerca del 14% en 1992. Durante el mismo período, la
proporción de fallecimientos por neumonía decreció de
un 13% a un 5%, y fallecimientos atribuidos a infecciones
gastrointestinales decreció de un 14% a un 3% desde
1990 (Romieu et al., 1997).
Alimentos de mayor consumo en
Latinoamérica
Datos proporcionados por la FAO
en la década de 1990 señalan
el consumo de kilocalorías
por país que oscilan entre las
3,000 kcal para Argentina,
Brasil y México; mientras que
un consumo menor a los 2,300
kcal para Bolivia y Venezuela.
Entre los países que han incrementado
el consumo de kilocalorías figura
los países de la Región Andina, América
Central y el Caribe. De cualquier forma, el consumo de
kilocalorías todavía es menor al de Estados Unidos, con
un estimado de 3,799 kcal/per capita, el mayor del mundo
entero. Los alimentos que más contribuyen al consumo
de energía total en Latinoamérica son los cereales que
representan la mayor contribución a la energía dietética,
con un rango entre 59, 56 y53% en Guatemala, El Salvador,
y Nicaragua, respectivamente, a menos del 30%
en Argentina y Uruguay. Raíces y tubérculos cultivados
son importantes componentes de la energía dietética en
Paraguay (16%) y Perú (13%). Los azúcares contribuyen
con un 10% del consumo total de energía en Paraguay y
el 24% en Cuba. La contribución de los aceites vegetales
tienen un rango que va del 5% en Guatemala y El Salvdor,
y un 6% en Bolivia, Peru y Uruguay; mientras que
suma un 19% en Ecuador. La carne es un contribuyente
importante en Uruguay (22%), Argentina (17%), pero es
mucho menos evidente en El Salvador (2%), Honduras
(3%), Nicaragua (3%), y Perú (4%).
Disminución del consumo ingredientes tradicionales
En la década de los 90 se registraron rápidos cambios en
el suministro de alimentos, y a pesar de que los cereales
continúan siendo el alimento que proporciona más energía
en la dieta de los latinoamericanos, ha disminuido el
consumo de este recurso alimenticio. El uso de cereales,
raíces y leguminosas ha declinado en toda la región casi
Nutrición y salud
en un 50% de la energía. Al mismo tiempo se incrementó
el consumo de proteína animal (carne de bovino, pollo,
pescado, huevo, leche y productos lácteos), harinas refinadas,
sal y azúcares.
En comunidades rurales y con alimentación tradicional
se ha observado también una disminución en el consumo
de vegetales, frutas y granos como el maíz y el frijol
que se ha sustituido por el trigo y alimentos procesados
(incluyendo carnes procesadas, pescado enlatado, leche
en polvo, queso y yogurt, café instantáneo, chocolate
en polvo, sopas de pasta de trigo, mayonesa, ‘snacks’,
dulces, galletas, refrescos azucarados y cerveza), aun en
comunidades rurales e indígenas, en donde era relativamente
escasa la presencia de este tipo de alimentos.
Aumento en el consumo de grasas saturadas
El exceso en el consumo de grasas saturadas de origen
animal es causa de riesgos a la salud; especialmente,
eventos cardiovasculares, por sus efectos en las concentraciones
de lipoproteínas (Schaefer, 2002). En un estudio
realizado en Costa Rica con una comparación de población
adulta de áreas rurales y urbanas se observó que existía
un mayor perfil de lípidos en el plasma aterogénico en la
población urbana por influencia de dietas ricas en grasas
saturadas (Campos et.al., 1991).
Dietas ricas en grasas saturadas, frituras y harinas refinadas
están asociadas con riesgos de contraer diabetes
(Marshall et.al., 1991), y riesgo de contraer diferentes
tipos de cáncer.
Sin embargo, también se han registrado diferencias
entre poblaciones de sub-regiones; especialmente con
sociedades que consumen grandes cantidades de carne
como Argentina, Brasil y Uruguay de las cuales obtienen
hasta el 25% de la energía, lo que significa que exceden
los límites recomendados que no deben exceder el 10%
del consumo de energía procedente de grasas saturadas
y menos de 300 mg de colesterol/día.
Cambios en el consumo de frutas y vegetales
Las tendencias en el consumo diario en diferentes poblaciones
de América Latina muestran un reducido consumo
de frutas y vegetales, con lo que se incrementa el riesgode contraer enfermedades crónicas. Varios estudios han
mostrado, por ejemplo, que el consumo de vegetales
puede están inversamente asociado con el riesgo de
contraer diabletes mellitus 2 (Ford & Mokdad, 20019;
Williams et.al., 1999). Además, la ausencia de frutas
y vegetales en la dieta aumenta el riesgo de contraer
diferentes tipos de cáncer (Chen et al., 2002). Datos
obtenidos en varias poblaciones de México muestran
un decremento en el consumo de frutas y vegetales
hasta del 4% (Ruiz & Rivera, 1996). En Brasil se observa
el mismo fenómeno en todo el país, pero sobre todo en
poblaciones urbanas.
Discusión
Durante la última mitad del siglo XX, en todo el mundo
se registró un cambio en los patrones de consumo de
alimentos. Es significativo el que estos cambios siguieron
patrones semejantes en países tan diversos y distantes
como México, Colombia y Brasil; no obstante, esta transición
ocurre en diferentes grados, asociados con el nivel
de desarrollo (Popkin et al., 2001).
Muchos de estos cambios han sido benéficos, incluyendo
el incremento de una enorme variedad de alimentos,
con dietas más completas y, en muchos casos bien
balanceadas. El punto negativo es la pérdida de muchos
ingredientes tradicionales que incluyen maíz, frijol, semillas,
raíces y tubérculos, frutas y vegetales.
El cambio en los hábitos alimenticios; en especial en las
áreas urbanas, ha propiciado el aumento en enfermedades
crónico degenerativas y cardiovasculares, más la
obesidad y diabetes han llegado a ser un problema de
salud pública. En América Latina, como en cualquier otro
lugar, la alimentación tradicional es rica en carbohidratos
complejos, micronutrientes, fibra y fitoquímicos que han
sido reemplazados por dietas ricas en harinas y azúcares
refinados, sal, productos de origen animal, y otros
alimentos procesados.
En muchos países de América Latina han experimentado
este cambio de una manera muy rápida de tal manera que
mientras se registra malnutrición en algunas poblaciones,
en otras se registra un aumento en la obesidad y enfermedades
crónicas. Las deficiencias nutricionales prevalecen
entre los niños, adolescentes y mujeres jóvenes que
generalmente viven en áreas rurales de difícil acceso y
en suburbios urbanos muy deteriorados. Por otro lado, la
mayor parte de la población se ha beneficiado de estos
cambios en los patrones nutricionales que es necesario
balancear y combinar con actividad física diaria.
Varios estudios que se han llevado a cabo en países en vías
de desarrollo, muestran los beneficios de una dita rica en
frutas y vegetales, y granos enteros, con pocos productos de
origen animal, y muy bajo consumo de grasas saturadas.
Es muy necesario continuar con programas de educación
alimenticia en beneficio de la salud y fomentar la
actividad física deportiva. Al mismo tiempo, es necesario
incrementar la seguridad alimentaria accesible en
precios para toda la población y reforzar la alimentación
para niños, adolescentes y mujeres jóvenes que incluyan
programas de alimentación materno-infantil, programas
de prevención y tratamiento de la obesidad y promover
una forma de vida saludable.