La industria aceitera mexicana vive hoy tres de las grandes revoluciones del
siglo XX: la biotecnología agrícola, la comunicación digital
y la innovación alimentaria, que prácticamente estaban iniciando
en 1958 cuando un grupo de industriales visionarios instituyó la Asociación
Nacional de Industriales de Aceites y Mantecas Comestibles, A.C.
¿Cómo era la industria aceitera hace cincuenta años? ¿Qué perspectivas
de desarrollo se vislumbraban? ¿En qué lugar se encuentra hoy
esta agroindustria? Preguntas obligadas, de las que en esta ocasión
sólo diremos que, en aquel entonces, la industria de las oleaginosas
ya había demostrado ser básica y, aunque todavía no se
ha logrado erradicar el hambre; de hecho, salvó al mundo de padecer
otra hambruna como la que sufrió en la década de los 60. Pero ¿Quién
iba a imaginar que las semillas oleaginosas servirían para la fabricación
de biocombustibles o plásticos biodegradables? ¿Se había
oído hablar en la sobremesa de tocoferoles, de ácidos grasos
omega-3, o de ácidos grasos trans? ¿Imaginábamos conocer
hoy la nanotecnología de lípidos?
Las oleaginosas han experimentado transformaciones con la tercera revolución
agrícola y la expansión de la biotecnología para el cultivo
de soya, el primer cultivo en superar muchas críticas e implementar
esta técnica en otros cultivos para el consumo humano. Sin embargo,
es necesario superar retos. Hoy, el calentamiento global, la escasez de agua
y tierras laborables afectarán sin duda la agricultura mundial, pero
por fortuna la investigación en biotecnología y en oleaginosas
ya lleva un buen camino recorrido y hay buenos augurios de que superará los
obstáculos.
La revolución en la comunicación digital ha influido en los
conceptos de calidad, disponibilidad, seguridad alimentaria, comercialización
y transporte. Hoy, es algo fácil y usual, y todas las empresas realizan
transacciones comerciales vía internet y también navegan
en la web para intercambiar información y conocer lo más nuevo
en adelantos científicos o comerciales. A este hecho hay que agregar
el fenómeno de la globalización económica, en donde un
solo cambio, tal como ha sido el caso de los biocombustibles, tiene consecuencias
en toda la cadena.
La tercera gran revolución es el crecimiento y diversificación
de la industria alimentaria. Hoy, gracias a las oleaginosas el consumo mundial
de proteína animal ha aumentado en forma significativa. Muchos de los
productos procesados tienen como materia prima aceites, grasas y mantecas vegetales.
En contrapartida, la obesidad, las enfermedades cardiovasculares y degenerativas
han aumentado, lo que en muchas ocasiones se ha atribuido a estos ingredientes
grasos, o a los ácidos grasos trans; sin embargo, es de hacer notar
la rectificación de la pirámide nutricional en la que se reconoce
el papel fundamental e indispensable de los aceites y las grasas en el
organismo para conservar la salud.
Tres grandes revoluciones que a su vez nos llevan a preguntarnos: ¿Todo
tiempo pasado fue mejor? ¿Qué hubiera pasado si no se hubiera fundado
ANIAME? Eternas preguntas sin respuesta de los que añoran los gloriosos
y revoltosos años 60 y de todos los inquietos por la historia que oscila
entre el recuerdo y el porvenir. Lo cierto es que la industria aceitera ha mantenido
una conexión dinámica con el pasado, que actúa en el presente
y le afecta de modo activo para realizar planes hacia el futuro. Desde aquí vaya
un reconocimiento a los pioneros de la industria aceitera mexicana, a los fundadores
de ANIAME y a todos y cada uno de los socios.
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