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Agua y agroindustria en la encrucijada.

Por Agua y agroindustria en la encrucijada
May 22, 2009, 13:59

“No es posible hablar de seguridad ambiental sin remitirse a la seguridad alimentaria”, señaló Jacques Diouf, Di­rector General de la FAO en la Cumbre de la Alimentación (Roma, nov. 2008). Aseveración que nos recuerda la más reciente de las advertencias ambientales que estamos viviendo en México. El cierre parcial del suministro de agua para el Distrito Federal es la primer gran alerta, resultado de la carencia, desperdicio y contaminación de los recursos acuíferos en todo México, que nos obliga a pensar, evaluar y actuar.

 

Si el Valle de México necesita al Cutzamala, equivale a decir que ese río deja de surtir agua para la agricultura. Sin agua no hay agricultura y no hay desarrollo sustentable; por lo mismo, no hay actividad agroindustrial que depende por completo de lo que produce la tierra. A la fecha, entre el 60 y 70 por ciento del agua disponible en el mundo se utiliza para riego agrícola, por lo que es necesario tener en cuenta que las principales fuentes de proteína en el mundo son lo granos y las semillas, y de éstos, las oleaginosas ocupan un lugar preponderante. Por si fuera poco, son cultivos que, entre otras ventajas, comparativamente, requieren mucho menos agua y, la mayoría, se adapta bien a condiciones climáticas de sequías prolongadas y suelos con problemas de erosión y salinidad.

 

Desde esta perspectiva, todo indica que siendo México un país con escasez de agua y que requiere mejores ali­mentos para más de cien millones de habitantes, tendrá que intensificar el cultivo de oleaginosas con variedades que puedan adaptarse a diferentes condiciones agroecológicas del país, ya sean del trópico, los valles centrales, las regiones montañosas o las planicies desérticas.

 

Producción agrícola, cuidado del agua y seguridad alimentaria son tres prioridades que requieren de un mercado en donde los agentes económicos tengan igualdad de oportunidades y de condiciones. De ahí que la industria aceitera mexicana esté comprometida con la modernización, invierta recursos en investigación y desarrollo para el mejora­miento de semillas y sustitución de cultivos a oleaginosas muy rentables para el agricultor. Con igual intensidad, la industria aceitera está innovando procesos de producción y ha logrado obtener productos con mayor calidad y está incursionando en nuevos mercados para mantener su posición a nivel local y global. Esa es la tarea de la industria.

 

Pero, el problema ambiental y de producción agroindustrial es también un asunto que compete a las autoridades gubernamentales. El gobierno mexicano debe incrementar la comunicación con los integrantes de las redes de pro­ducción industriales y agrícolas a fin de fortalecer el mercado interno, y evitar medidas unilaterales, como el decreto que recientemente eliminó los aranceles a la importación de aceites comestibles, que genera competencia desleal con diferencias tan profundas en el costo-país que, incluso, ponen en riesgo la supervivencia de la agroindustria nacional de oleaginosas, o bien la hace más dependiente y mas vulnerable a los problemas mundiales, y por tanto, será un sector con serias dificultades para ahorrar agua, proteger el medio ambiente y garantizar el suministro de alimentos para una población en constante aumento.

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