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ANIAME 50 años después

Por Lic. Enrique García Gámez
Abr 25, 2008, 15:11

La industria aceitera mexicana vive hoy tres de las grandes revoluciones del siglo XX: la biotecnología agrícola, la comunicación digital y la innovación alimentaria, que prácticamente estaban iniciando en 1958 cuando un grupo de industriales visionarios instituyó la Asociación Nacional de Industriales de Aceites y Mantecas Comestibles, A.C.

¿Cómo era la industria aceitera hace cincuenta años? ¿Qué perspectivas de desarrollo se vislumbraban? ¿En qué lugar se encuentra hoy esta agroindustria? Preguntas obligadas, de las que en esta ocasión sólo diremos que, en aquel entonces, la industria de las oleaginosas ya había demostrado ser básica y, aunque todavía no se ha logrado erradicar el hambre; de hecho, salvó al mundo de padecer otra hambruna como la que sufrió en la década de los 60. Pero ¿Quién iba a imaginar que las semillas oleaginosas servirían para la fabricación de biocombustibles o plásticos biodegradables? ¿Se había oído hablar en la sobremesa de tocoferoles, de ácidos grasos omega-3, o de ácidos grasos trans? ¿Imaginábamos conocer hoy la nanotecnología de lípidos?

Las oleaginosas han experimentado transformaciones con la tercera revolución agrícola y la expansión de la biotecnología para el cultivo de soya, el primer cultivo en superar muchas críticas e implementar esta técnica en otros cultivos para el consumo humano. Sin embargo, es necesario superar retos. Hoy, el calentamiento global, la escasez de agua y tierras laborables afectarán sin duda la agricultura mundial, pero por fortuna la investigación en biotecnología y en oleaginosas ya lleva un buen camino recorrido y hay buenos augurios de que superará los obstáculos.

La revolución en la comunicación digital ha influido en los conceptos de calidad, disponibilidad, seguridad alimentaria, comercialización y transporte. Hoy, es algo fácil y usual, y todas las empresas realizan tran­sacciones comerciales vía internet y también navegan en la web para intercambiar información y conocer lo más nuevo en adelantos científicos o comerciales. A este hecho hay que agregar el fenómeno de la globalización económica, en donde un solo cambio, tal como ha sido el caso de los biocombustibles, tiene consecuencias en toda la cadena.

La tercera gran revolución es el crecimiento y diversi­ficación de la industria alimentaria. Hoy, gracias a las oleaginosas el consumo mundial de proteína animal ha aumentado en forma significativa. Muchos de los productos procesados tienen como materia prima aceites, grasas y mantecas vegetales. En contrapar­tida, la obesidad, las enfermedades cardiovasculares y degenerativas han aumentado, lo que en muchas ocasiones se ha atribuido a estos ingredientes grasos, o a los ácidos grasos trans; sin embargo, es de hacer notar la rectificación de la pirámide nutricional en la que se reconoce el papel fundamental e indispensa­ble de los aceites y las grasas en el organismo para conservar la salud.

Tres grandes revoluciones que a su vez nos llevan a preguntarnos: ¿Todo tiempo pasado fue mejor? ¿Qué hubiera pasado si no se hubiera fundado ANIAME? Eternas preguntas sin respuesta de los que añoran los gloriosos y revoltosos años 60 y de todos los inquietos por la historia que oscila entre el recuerdo y el porvenir. Lo cierto es que la industria aceitera ha mantenido una conexión dinámica con el pasado, que actúa en el presente y le afecta de modo activo para realizar planes hacia el futuro. Desde aquí vaya un reconocimiento a los pioneros de la industria aceitera mexicana, a los fundadores de ANIAME y a todos y cada uno de los socios.

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