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Cultura


Arquitectura, tecnología y alimentación: El nuevo concepto de la estética contemporánea

Por Susana Garduño Solana
Nov 8, 2007, 15:04



Las nuevas tecnologías han transformado nuestro modo cotidiano de vivir, nuestra movilidad y nuestra relación con el concepto de distancia y de interacción con los demás. Creo, sin embargo que el cambio más notable se ha operado en nuestra relación con ciertos signos culturales de identidad compartidos en un ámbito urbano que se ha globalizado.

El espacio más representativo es la Ciudad de Nueva York, que en los albores del siglo XX, inició un proceso de urbanización vertical; el mínimo espacio con la mayor comodidad posible, e hizo alarde de la tecnología más avanzada aplicada en sus famosísimos rascacielos. Y fue tan impactante esa manera de concebir el mundo, que la arquitectura es hoy el modo cultural icónico de nuestras preferencias, tan poderosa que puede servir de modelo para otras manifestaciones de la cultura, como es el caso de los alimentos.

El rascacielos Chrysler(W.A. Alen, 129) en Nueva York representa el modelo más representativo de la arquitectura norteamericana del siglo XX. La gran altura del edificio -fue el más alto del mundo- se combina con la exaltación del mármol y la decoración Art-deco y su recuperación de las formas del arte astrio y oriental. Con la iluminación nocturna recupera un espendor inolvidable que destaca aún en medio de otros rascacielos que los han sobrepasado en altura, modernidad y tecnología
¿Sabía usted que la hojuela de papa frita –crujiente, pequeña y de forma geométrica- surgió precisamente en Nueva York? Dato que indica que existe una relación entre ese nuevo espacio y el deseo de encontrar una nueva manera de preparar, apreciar y comer ciertos alimentos, como la papa frita, modelo clásico de lo que todos conocemos como snacks, o “botanas” en México.

Los años veinte presencian el traslado de París a Nueva York y con ello, la ruptura de la simetría y de la armonía de las formas “clásicas”. La desproporción y el gigantismo deliberados del rascacielos y la avenida enorme y sin nombre –Fifth, Sixth, Seventh Avenues- ponen de relieve esta primera ruptura con la historia. Paralelamente, los alimentos dejan de ser artesanales y, con tecnologías muy sofisticadas se preparan de una manera mecánica y uniforme; todo cabe en un fórmula química, y la distribución más conveniente se hace en empaques herméticos.
Pero al mismo tiempo, el rascacielos incorpora un tratamiento muy especial a la decoración que por un lado debe ser masiva, pero por otro lado, como un tributo, incorpora elementos del pasado; por ejemplo, las columnas, los capiteles y las volutas griegas; la pirámide y el jeroglífico egipcios. Todo cabe en el diseño de ese espacio que también incorpora plantas y palmeras propias de otras regiones como el desierto. ¡Ah! Bien puede haber en los snacks y otros tipos de alimentos que representen el pasado, la tradición y la globalización funcionalidad y forma pura. La tecnología se filtra en los restaurantes fast-food, en los espectáculos masivos y en el cinema, la máxima novedad mundial de los años cincuenta.

En contraste y casi contraposición a la espectacularidad de los rascacielos, los snacks, la comida rápida, las bebidas embotelladas y la decoración de los platillos de los restaurantes más sofisticados de Nueva York imitan poderosas estructuras de vidrio y hierro; pero también son pequeños objetos que caben en una mano y en un bocado, y hasta las palabras hacen coro a estas cualidades: chips, curls, bar, pops, taif, nuts, seeds, nugget, jelly, krispie y cualquier cantidad de combinaciones con todos los ingredientes y formas imaginables, ecos y reflejos que incluyen la difusión de la comida italiana, china, japonesa y tex-mex.

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